En COLMETOWN, como en todas las colmenas, gobierna un matriarcado al frente del cual está una reina. No por designio divino, si no porque si.

El caso es que desde hace unos días se respira revuelo, sobremanera en las celdas más céntricas. Grupos de abejas frotan sus antenas y danzan describiendo círculos y ochos. Vibrando y batiendo las alas. Se respira revolución.

Un grupo de obreras, encabezado por una pecoreadora veterana, sostiene que ya está bien de imposición, que es el momento del cambio, en una manifestación organizada y con el beneplácito de las autoridades.

-¡No más reina! ¡Más república! ¡No más reina! ¡Más república!… Gritan como locas exponiendo y agitando las antenas.

Detrás de una pancarta en la que se puede leer, “la colmena para quien la trabaja” unas cuantas campesinas, un puñado de nodrizas y tan solo unas limpiadoras, recorren el panal central. A su paso las demás abejas las observan, unas pensando en lo locas que están, otras preguntándose qué es lo que hacen, y otras, las que más, creyendo que se trata del circo que ha llegado a COLMETOWN.

Entre las abejas que las miran está Frida, que observa con cara de asombro el paso de las abejas guerreras. No deja de pensar la de cosas importante que se podrían reivindicar mas allá de quien gobierne COLMETOWN.

En ese momento, entre la algarabía, Frida observa unas alas familiares, le resultan conocidas. Ese borde jaspeado, esa forma de esconder las dos alitas pequeñitas, y sobretodo esa forma de caminar en medio del grupo. No hay duda, León está entre las abejas protestonas.