El pasado domingo día 23 de septiembre asistí con mi hija Alba a un taller al que nos había apuntado mi mujer.
-Un taller de abejas. Me dijo…

Yo no lo tenía claro, porque igual que muchas personas, relacioné a las abejas con las picaduras y en segundo término con la miel.

Hombre, sé que están pasando por un mal momento, lo he visto en la tele, por el tema de la contaminación y los pesticidas y ahora se les suma el tema ese de la avispa asesina, pero nada más.

Llegamos un poquito tarde, unos diez minutos, y junto con mi niña nos sentamos en una mesa con forma de herradura. En el medio de aquellas mesas había un cajón a media altura, un cajón que rápidamente vi que era una colmena.

Detrás, una televisión en la que una chica pequeñita y con el pelo rojo iba poniendo diapositivas. Evidentemente al llegar tarde nos perdimos el principio de su presentación, pero rápidamente nos enganchó la ponente. Y no solo por lo que estaba diciendo, si no por cómo lo decía. Emanaba pasión y esto se transmitía a todos los que estábamos escuchando atentamente. En unos minutos, con palabras llanas y con un lenguaje ameno, consiguió que me interesara de forma activa por aquellos hasta entonces bichos, desde entonces abejas.

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Aprendimos cosas interesantísimas, como que sin abejas no hay frutas, ni verduras ni carnes nada… ¿Carnes? Seguro que crees que me he equivocado, pero ¿te has parado a pensar lo que comen las vacas o las ovejas? Claro, comen hierva que no estaría si no es por las abejas.

¿Sabías que la abeja ha sido declarada el animal más importante del mundo? Normal, sin ellas y el resto de los polinizadores comeríamos piedras, o en el caso de Asturias comeríamos hierro y carbón, que a este paso es con lo que nos vamos a quedar.

También aprendimos que dentro de la colmena pueden llegar a haber miles de abejas, pero decenas de miles, hasta 80.000, aunque lo normal suele rondar los 40.000, y que cada una de ellas, antes de salir a pecorear, que es como se llama a salir de compras a por agua, o polen o néctar o propoleo, pasan por diferentes profesiones, mejor dicho pasan por todas las otras profesiones, y es que una colmena es una empresa perfecta en la que cada uno de sus miembros pone su granito de arena… mejor de polen.

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Aprendimos tantas cosas en cuestión de 1/2 hora que me resultaría imposible poder explicarlo todo aquí.

Llegó el final de la charla y Eva que es como se llama la apicultora, sacó una caja y repartió unas láminas rectangulares, una cintita roja y un cordel. De forma práctica nos explicó que antes las velas se hacían con cera de abeja, que es de lo que eran las láminas, pero que ahora se hacen de parafinas y derivados del petróleo. Yo puedo dar fe que aquella lámina olía a cera. Eva nos enseño y en menos que canta el gallo teníamos en nuestras manos una vela artesana y natural. La de mi hija la encendimos en cuanto llegamos a casa, pero la mía no, y ahora están las dos en una estantería del comedor, y bien chulas que quedan.

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Después de la vela, Eva sacó unos botes de diferentes mieles, y repartió cucharitas y vasitos de chupito entre los asistentes. En cada vasito repartió una cucharadita de miel, junto con otro señor que se incorporó en ese momento para ayudarla a repartir, porque éramos muchos. Nos explicó las características y el tipo de aquella miel, y así lo hizo con cuatro tipos. De este modo me dí cuenta de que me gusta la miel. Cosa que hasta entonces no sabía porque estaba acostumbrado a la miel del super que siempre me supo a medicina. Ya nos aclaró Eva que eso no es miel porque la pasteurizan y con ello matan las propiedades de la miel.

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Notamos los matices y las diferencias entre ellas, y es que la miel sabe a naturaleza. De entre la de brezo, la de eucalipto, la de castaño, sin duda alguna la que más de gustó fue la de castaño. Y es que esa miel, al probarla, no pude evitar desplazarme con la imaginación a un bosque de Asturias. Eva me dijo que ese bosque está en Santa María de Grado, que es donde ella tiene las colmenas, a escasos metros del rio Nalón, plena naturaleza rural.

De este modo, pasaron dos horas desde que Alba y yo nos sentamos en aquel taller, y pasó muy rápido muy rápido.
Al final no pudimos pintar las galletas como decía el programa, pero Eva nos las regaló y he de decir que además de divertidas, las galletas estaban buenísimas.

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Quiero agradecer a la organización de AGROSIERO que realice talleres como este. Talleres diferentes que no solo enseñan a los niños si no que los papás también aprendemos pasando un rato buenísimo.
Enhorabuena EVA!!